Ética del ciudadano
La
ética ciudadana vale para todo miembro de la comunidad política; de una manera
un tanto aproximada, las acciones pueden definirse como políticas cuando las
personas actúan en calidad de ciudadanos, y cuando se dirigen o
incidentalmente, movilizan a otras personas en su calidad de ciudadanos
Representantes
Para
los filósofos platón y Aristóteles la ética es hacer justicia, decir la verdad
y actuar bien, principios olvidados por líderes políticos y ciudadanía en
general. La ética es el arte político de saber elegir, saber referirse al otro,
reconocerlo en su integralidad, y saber coexistir.
Platón
Las
ideas éticas son patrones morales universales con los que podemos juzgar los
comportamientos humanos. Los valores universales (las ideas) son válidos para
el individuo y para la colectividad. Según platón existe algo que es “la verdad
sobre como tenemos que vivir”, y el intelecto humano la conoce cuado consigue
el conocimiento de las ideas perfectas, inmutables e inmateriales. Solo quien
logre este conocimiento tendrá la calificación adecuada para dirigir la
organización política y moral de la sociedad.
1. Los hombres de oro (gobernantes),
caracterizados por la virtud de la prudencia.
2. Los hombres de plata (guerreros),
caracterizados por la virtud de la valentía.
3. Los hombres de bronce (artesanos,
comerciantes y agricultores), caracterizados por la virtud de la moderación.
Aristóteles
La
ciudad según este pensador era una agrupación humana cuyo fin estribaría en la
consecución de la vida buena y de la felicidad en general. Para ello los
ciudadanos tendrían que adquirir buenos hábitos, ya que consideraba las
costumbres individuales como una segunda naturaleza; centrándose su ética en la
distinción entre las virtudes éticas del buen ciudadano y las virtudes éticas
del buen gobernante.
Las
primeras cualidades éticas las consideraron ligadas a los hábitos y considero
que las virtudes éticas comunes eran un término medio entre dos extremos. Y a
las segundas cualidades las considero ligadas exclusivamente a la razón,
denominándolas virtudes intelectivas, que serían siempre lo más intensas y
extensas posible, como la prudencia y la sabiduría.