Estos
dinamismos son propios de la persona, y aunque en un sentido análogo se habla
de sentimientos en los animales, la afectividad humana es singular por estar
unida a la capacidad de reflexión y a la voluntad libre. Ya se ha dicho que
esta dimensión tiene relevancia en las decisiones humanas y constituye un eje fundamental
para explicar su conducta, tal y como supo exponer el psicólogo Howard Gardner
en los años ochenta y popularizó Daniel Goleman (1994) con sus investigaciones acerca
de la «inteligencia emocional»
Es
importante subrayar que los sentimientos son irracionales, o quizá sea más
preciso denominarlos «arracionales», pues, como ya se ha dicho, son padecidos.
Las facultades superiores del entendimiento y la voluntad están capacitadas para
ponderar estos sentimientos y moderar su influencia en la conducta, pero en sí
mismos son tendencias afectivas, no racionales. La afectividad es una tendencia
sensible, pero no racional. Esto hará decir a Pascal, al hablar de los
sentimientos, que son «esas razones del corazón que la razón no comprende». La
afectividad se presenta en forma de deseo o de impulso que desencadena una
reacción, un sentimiento, o estado de ánimo cuando el objeto está menos próximo,
que puede llegar a tener un determinado efecto en la conducta.
Tu forma de sentir es única y es momento de actuar
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